sábado, 18 de febrero de 2012

BUEN SUCESO

                    
                                                                                               EL BUEN SUCESO
El Sol amaneció aquél funesto sábado del primero de Noviembre de 1755, día de Todos los Santos, pálido, tímido y ofuscado, como confuso, turbio y opaco, un tanto oscurecido y como en parte eclipsado y deficiente, macilenta y desmayada su luz, sin el lucimiento que acostumbra, con un género de celaje o neblina muy tenue. Se ofrecía a la vista tan triste que causaba melancolía.
A las 10 de la mañana de ese día, en la iglesia del Buen Suceso de Madrid, situada en la Puerta del Sol, el sacerdote estaba oficiando la Santa Misa. Los niños traviesos y juguetones habían quedado jugando en el atrio del templo, pero algo más interesante que su juego les tenía entretenidos: Embobados miraban al cielo, a las señales que se manifestaban en el cielo y que ellos no sabían interpretar: De un punto de una nube oscura con admirable precisión salían unas ráfagas luminosas que formaban un brillante semicírculo como una rueda de fuego con sus radios piramidales. De repente se oyó un rugido que se elevaba de debajo de la tierra como si coches desbocados circularan sobre las calles empedradas y a continuación todo tembló: Las paredes se movían, las campanas tocaban solas y del interior del templo, desamparándole, salieron en avalancha los feligreses, gritando: “Que se cae la iglesia”.
Lo que encontraron a la puerta del templo fueron los cadáveres de dos de esos niños que miraban las señales en el cielo: La cruz que remataba la fachada de la iglesia del Buen Suceso se había desprendido con las sacudidas del temblor cayendo sobre los niños a los que aplastó.
Dentro de la iglesia, desamparada, quedó la diminuta imagen de la muy milagrera Vírgen del Buen Suceso traída de Roma años antes y a la cual en Madrid se le profesaba gran devoción (Hasta esa fecha me imagino).

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Estos niños fueron las dos únicas víctimas mortales producidas en Madrid por el temible terremoto de Lisboa, ciudad a la que diezmó en un tercio de su población destruyéndola casi por completo, puesto que después del temblor se incendió, siendo apagado el incendio por el terrible maremoto que la inundó, arrastrando y ahogando a todos los supervivientes del terremoto que huyendo de los derrumbes se habían concentrado en el espacio libre en los muelles al lado del mar, y atraídos además, (ignorantes e inocentes) por el espectáculo insólito de que el mar se había retirado, (sólo por espacio de una hora para retornar después embravecido con olas de hasta 20 metros de altura), dejando a la vista los pecios de los numerosos barcos hundidos tiempos atrás en la ensenada.
La tierra, el fuego y el agua se habían sublevado ese funesto día en Lisboa y el aire se emponzoñó con el hedor de los cadáveres, pero hacía tiempo que las señales de lo que iba a suceder estaban manifestándose en el cielo: Nubes estrechas y persistentes, arcos de luz, exhalaciones luminosas, relámpagos deslumbrantes y globos de fuego.
Las aguas de los pozos, los días previos, habían cambiado de color y de nivel, y los animales huían de sus madrigueras. Las serpientes despertaban de su letargo para abandonar la tierra muriendo después de frío y las bandadas de palomas abandonaban el palomar dejando “desamparadas” a sus crías y a sus puestas echadas a perder negándose a ponerse “a cubierto”.
El rey de Portugal, Juan I, que no estaba en Lisboa, pues había salido al campo, perdió el palacio que mandado por Felipe II construyó Herrera y quedó tan traumatizado que nunca lo reconstruyó pues él siguió viviendo en un campamento.
El rey de España, Fernando VI, que estaba de fin de semana en El Escorial dentro del palacio que también Herrera mandado por Felipe II construyó allí, abandonó ese palacio al ver cómo se movía y temeroso de que alguna de esas piedras de granito se le cayera encima, se volvió a Madrid, pero no se dirigió ni al palacio de Oriente ni al del Retiro sino que en los jardines de este Real Sitio mandó montar un campamento de tiendas de campaña igualito que hizo en Lisboa el rey de Portugal.

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La prevención de los terremotos, actualmente y al sentir de los científicos, no es posible con seguridad, sin embargo hay personas que estudiando las imágenes de ciertas nubes persistentes pueden alertar de la proximidad de un terremoto si bien este pronóstico no está científicamente admitido a pesar de que de él ya hablaba Aristóteles en Grecia, Plinio en Roma, o Varahamihira en India.
En la encuesta que ordenó ejecutar Fernando VI, después del terremoto de Lisboa, se puede aprender un método de prevención cercana de un terremoto al alcance de cualquier administración: Un palomar y alguien que vigile (o algo, que ahora tenemos cámaras y ordenadores por doquier) el comportamiento de las palomas y sobre todo el persistente abandono del palomar aún a costa de la vida de su prole. A continuación copio la transcripción literal de la contestación:
* Lo que sí [se] advirtió en esta villa, en casa de Don Bernabé Picarro de Almazán, Administrador de la Encomienda por el Infante Don Luis, y que vio toda su familia y muchos de fuera, es que, habiendo un palomar en ella, la tarde antes de ponerse el Sol, hora ya en que estaban recogidas todas las palomas, sin advertir por qué ni otra causa se alborotaron todas de pronto y se salieron encima del tejado de la casa, estando todas muy espantadizas, lo que dio algún cuidado y motivó registrar el palomar por si había entrado algún perro o criado, sin embargo de estar la puerta del palomar frente de una ventana del cuarto en que estaba la familia, y ninguno había visto entrar a alguien que motivase lo referido, pero esto dio mayor cuidado.
Pusieron a la puerta del palomar una luz para si quería volver alguna paloma al nido, porque se dejaron sus crías y huevos, que estaban empollando, pero toda la noche se mantuvieron en el tejado; y ni en el día del terremoto quisieron entrar, por lo que las echaron de comer a la parte de fuera y allí bajaban muy remisas y sobresaltadas o espantadizas, que a cualquier ruidico volaban al tejado.
* Pasó el terremoto y todavía aquel día no entraron en el palomar ni a la noche, teniéndose a los hijos sin comer, por lo que se mataron los polluelos, y los huevos se perdieron; lo que se ha echado a que las palomas anunciáronse el referido terremoto según todas las señales referidas.

En China, en 1976, se esperaba un terremoto aunque no se sabía para cuando exactamente y este es el gran problema en la previsión de terremotos, pero los conductores de un tren que se acercaba hacia el lugar donde poco después se situó el epicentro, (En la ciudad de Tangshan donde murieron 142.000 personas), frenaron el tren evitando un descarrilamiento y muchas seguras víctimas, al estar advertidos y ver en el cielo las luces que lo anunciaban: “Tres cinturones de brillantes flases”.
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El cuestionario que ordenó hacer Fernando VI, después del terremoto de Lisboa, al obispo de Cartagena entonces gobernador del Supremo Consejo de Castilla, está recogido y publicado por el Ministerio de Fomento en el año 2001 en el libro: “Los efectos en España del terremoto de Lisboa”. En este libro J.M. Martinez Solares jefe de área en el Instituto Geográfico y Catastral, recoge las contestaciones a la encuesta que están ubicadas en el AHN y en el archivo de la Real Academia de la Historia, pero curiosamente, no ha recogido las situadas en el archivo del organismo donde trabaja lugar donde están recogidas las de los pueblos de la actual provincia de Madrid; De allí sacó mi amiga Charo, hace unos 20 años, de un documento manuscrito con el encabezamiento: NOTICIA INDIVIDUAL QUE DA LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DEL TERREMOTO DE 1º DE NOVIEMBRE DE 1755. POR ORDEN DEL REY NUESTRO SEÑOR, la información que sirvió para redactar la noticia un poco novelada de la muerte de los dos niños aplastados por la cruz de la iglesia del Buen Suceso. En casa del herrero cuchillo de palo.

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miércoles, 15 de febrero de 2012

beniidorm

benidorm  es una ciudad para bañarse para descansar rrelajarse y pasarlo vien  os aconsejo que os deis una bueltecita  osgustara